Cuando le consulto qué le queda por hacer en su vida, responde que hasta el momento ha realizado todo lo que le gusta. Enseguida, revela que puso fecha de término a su labor como docente y que luego va a retomar las cosas que por años tiene aplazadas: “primero quiero llegar como profesor hasta los 75 años o algo más, creo que hasta ahí se puede estar más o menos bien, después me voy a dedicar a escribir, a leer y a escuchar la música que tengo pendiente, también, quiero salir a pescar de vez en cuando con mis nietos”.
Fue en marzo de 1965, “por esas cosas del destino”, que Heriberto Fernández Jaramillo, ingresó a Tecnología Médica. Mientras se encontraba de paso por Valdivia se enteró por un diario local que la Universidad Austral de Chile, efectuaría exámenes de ingreso a la carrera, a los que se presentó y obtuvo el segundo lugar, lo que cambió su vida para siempre.
Sin embargo, dos años después las cosas estuvieron a punto de variar cuando el plantel universitario creó la carrera de medicina y su madre intentó persuadirlo para que se cambiara, a lo que se opuso tajantemente porque su opción por tecnología médica era algo que no pensaba abandonar, menos su interés por el ramo de Laboratorio, en especial, por la microbiología, a lo que se ha dedicado toda su vida y de la que se declara enamorado.
Hoy, con 44 años de casado con Nancy Navarrete Ventura, también tecnólogo médico y profesora de Parasitología, con quien tiene 3 hijos y dos nietos, recuerda que cursó los estudios secundarios en el Instituto Alemán de Frutillar y en el Liceo de Hombres de Temuco, y que de ahí pasó a la universidad, en Valdivia, donde terminó por acostumbrarse a la lluvia. Como se declara encantado con la ciudad, rechaza de plano trasladarse a la capital porque prefiere una buena calidad de vida, que, con seguridad, afirma, no la encontraría en Santiago.
Durante la década de los sesenta en la carrera de tecnología médica predominaban las mujeres, por eso, cuando Heriberto Fernández ingresó a la universidad, en su curso, los varones apenas llegaban a cinco, pero ese factor no fue un obstáculo para él porque concluyó sus estudios con éxito, lo que marcó el inicio de una dilatada trayectoria de la que cuenta su currículo de 43 páginas.
Heriberto Fernández Jaramillo inició su camino profesional en el verano de 1970, luego de obtener el título de tecnólogo médico, con mención en Laboratorio Clínico y casi de inmediato, en marzo del mismo año, ya estaba contratado como profesor de la Universidad Austral, en la cátedra de Microbiología Clínica que se impartía en todas las carreras de la facultad de Medicina y ahí piensa seguir hasta después de los setenta, fecha en la que ha pensado retirarse para hacer las otras cosas que le gustan.
Microbiología: un pilar fundamental
Heriberto Fernández está empeñado en que los alumnos que ingresan a Tecnología Médica acrecienten su bagaje cultural, porque, comenta, en los últimos años “han ingresado estudiantes con bajo capital cultural, poco dominio del lenguaje y mínima responsabilidad frente a la vida y al mundo”, pero aclara que existen excepciones, y como una forma de contribuir a resolver esas falencias creó el curso optativo “Historia de la Microbiología”.
“Los contenidos del curso, explica, se orientan a contar la historia de la microbiología, no a partir del día uno, sino desde el nacimiento de la vida, con hechos relevantes que se relacionan con el mundo de aquella época”.
El académico se manifiesta satisfecho con los resultados alcanzados, y detalla que por tratarse de un curso libre, se imparte en horario vespertino porque es más cómodo para los alumnos, a quienes se asignan tareas que luego deben presentar en las sesiones y que él se encarga de profundizar los contenidos durante la clase.
En el caso específico de los estudiantes de tecnología médica, el profesor Fernández puntualiza que le interesa que conozcan la importancia del mundo microbiano, también, que tengan muy claro su rol profesional para contribuir al diagnóstico de las enfermedades infecciosas, “porque, añade, la microbiología no sólo es relevante en el currículo formativo, sino que es un pilar fundamental en el quehacer de los profesionales de la especialidad de laboratorio clínico”.
Piensa, además, que si los tecnólogos médicos reciben buena formación académica, la sociedad va a entender mejor su labor en los equipos de salud, para que nunca más se repitan situaciones de prejuicios e intolerancia que debió enfrentar su generación de parte de algunas profesiones llamadas duras.
“En algunas profesiones de la salud existía el convencimiento que éramos de segunda categoría y que no teníamos independencia para tomar decisiones. Que cambiaran esa percepción significó años de lucha por demostrar que podíamos ser autónomos y que contábamos con capacidades profesionales, que, por lo tanto, merecíamos respeto y consideración”, manifiesta Heriberto Fernández.
Por eso, reitera que los académicos que imparten tecnología médica tienen que inculcar seguridad en sus alumnos para que cuenten con capacidad resolutiva y libertad de pensamiento.
Al tiempo que precisa que está convencido que la responsabilidad de que la carrera se posicione en la población es del profesional que la ejerce, también, de las escuelas de tecnología médica y del colegio profesional que los representa ante la sociedad.
Sin embargo, declara estar preocupado porque advierte en las nuevas generaciones de estudiantes de la carrera un creciente interés por lo material, por sobre la responsabilidad social, y lo más grave, sentencia, “es que veo a mucha gente que no quiere sacrificarse y que opta por lo más fácil, lo que es una tendencia generalizada en Chile y otros países, pero tengo esperanzas y creo que lo entienden, pero es una decisión personal en qué sendero desean caminar”, enfatiza.
Decisión de vida
Le pregunto Heriberto Fernández qué es la microbiología, piensa un momento y la define como “un mundo especial que no se ve”, pero que, sin embargo, puede producir mucho daño y, también, aportar grandes beneficios para el hombre, porque existen microbios beneficiosos y perjudiciales.
Enseguida, explica, que de su trabajo en el laboratorio le fascinó “que los microbios se pudieran ver, cultivar, manejar y ahora, incluso abrir para conocer su ADN y entender muchas cosas como su virulencia o resistencia a los antibióticos, es muy fascinante”, confiesa.
Como tenía claro que deseaba dedicar su vida a la docencia y la investigación en Microbiología, descartó de plano otras alternativas laborales que lo alejaran de la Universidad Austral, “hice de esta profesión, de mi trabajo en el laboratorio y la universidad, una decisión de vida y no me arrepiento. Pensaba que a través de la investigación científica podría progresar y lograr enriquecimiento intelectual, lo que sólo era posible concretar en la academia”, asegura.
El camino de desarrollo profesional elegido por Heriberto Fernández está marcado por la docencia de las asignaturas de pregrado en Historia de la Microbiología y Microbiología Clínica. Además, por la ejecución de proyectos como el que mantiene desde 1980, y que se refiere a la línea de investigación en Campylobacter y bacterias asociadas, con la que se ha ganado el reconocimiento en América Latina y en otros continentes.
A sus 68 años, la vida se ha encargado de demostrarle a este profesor universitario que no estaba equivocado en su elección, tan acertada fue, que en la actualidad ostenta el grado de magíster en Microbiología e Inmunología y doctor en Ciencias, de la Escola Paulista de Medicina, de Sao Paulo, Brasil, títulos que obtuvo al inicio de la década de los ochenta.
Por su valiosa experiencia y su trayectoria académica, fue convocado por la Organización Mundial de la Salud a integrar dos instancias: el Comité de Expertos en Campylobacter, y un equipo de especialistas que se abocará a trabajar para minimizar el impacto que tiene en la salud pública la resistencia a los antibióticos, asociado al uso de antimicrobianos en animales destinados a la producción de alimentos.
Académico de Chile y el extranjero
En el Instituto de Microbiología Clínica, de la Universidad Austral de Chile, Heriberto Fernández es profesor titular y ha ocupado cargos académicos, administrativos y como director, también, de la escuela de Tecnología Médica y secretario académico de la Facultad de Medicina, durante 18 años consecutivos.
De sus capacidades también se sabe en el extranjero, en Brasil, por ejemplo, donde ejerció como profesor acreditado en las universidades Federales de Sao Paulo; Pará y Río Grande do Sul. Por eso, a sus esfuerzos por avanzar en mayores conocimientos, sumó el aprendizaje del portugués, alemán e inglés, lo que le ha permitido liderar proyectos de investigación; participar en numerosas publicaciones, ediciones y capítulos de libros; además, en congresos; conferencias, mesas redondas y asociaciones científicas a nivel mundial.
En su trayectoria profesional ha formado parte de comités editoriales de revistas científicas; de comisiones en universidades, dentro y fuera de nuestro país. Lo anterior, lo ha hecho acreedor de distinciones y premios, como el Área Académica, “Colegio de Tecnólogos Médicos de Chile, en 1984 y el “Cincuentenario Universidad Austral de Chile”, en 2004.
Luego de hacer uso de un permiso sabático que le otorgó la Universidad Austral de Chile, el 21 de febrero pasado regresó al país, tras desarrollar un proyecto del Programa Prometeo del gobierno del Ecuador, que contemplaba tareas de investigación y formación de capital humano avanzado, en la Universidad Técnica Particular de Loja.
Y así, casi sin darse cuenta, Heriberto Fernández suma 45 años de docencia en la misma casa de estudios donde se formó y piensa seguir por un tiempo, por eso, afirma con orgullo: “soy hijo de la universidad y la universidad es parte mía”. Si bien al inicio de la conversación confidenció que llegó a la carrera “por esas cosas de la vida”, sin duda, y lo más seguro, es lo que el destino le tenía deparado.